POEMAS DE “VERSOS DE UN JUBILADO” (Inédito)

Jubilados

Pedí turno a mi médico de cabecera
porque se me trastornó la cabeza
de tanto usarla para la poesía.

En la sala éramos muchos,
todos hablaban al mismo tiempo
quejándose de todo, pero yo no podía
porque mi cabeza no estaba bien.

Pensaba en estos versos de García Lorca:
“Noche de torsos yacentes
y estrellas de nariz rota
aguarda grietas del alba
para derrumbarse toda”.

Ese era mi ánimo, y un poco también
el de La metamorfosis de Kafka,
pero no en el sentido de transformarme en bicho,
sino en haberle perdido a mi mujer
el flamante carnet con que ella
cobra su jubilación.

El destacado

Este es el señor que odia
porque cree que la gente de aquí
es menos civilizada que allá.

Este es el señor que inyecta veneno
apasionadamente si no se destaca.
Este es el señor que cree merecer
más respeto, no sabemos por qué.

“Señor que se destaca más que los demás,
quédese tranquilo: nosotros sabemos que usted
se destaca más que todos nosotros juntos”.

Mi dirección

Vivo aquí, en esta casa sin número,
junto al fresno donde pían los gorriones,
al otro lado del tilo donde duermen
los hijos de la calandria, quien les canta
para que se despierten y salgan a comer,
y nuevamente les canta y les habla
amorosamente cuando vuelven,
para que se acomoden a dormir.

La autoridad de Carmona

Esa noche volvía a casa a pie,
cuando un ladrón, revólver en mano,
me exigió el dinero.
Se lo di y me pidió el reloj también.
Le dije que lo necesitaba para trabajar.
Entonces el ladrón me contestó:
“Si antes de llegar a tu casa,
otro mis compañeros te para
y te pide el reloj,
decile que para usarlo contás
con la autorización de Carmona”.