diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Colaboran en este número

Matías Moscardi
/  Osvaldo Aguirre

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Julio Schvartzman
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Columna Barrofón
En memoria de Ernesto Samboyardo y Gloria Castelvalle

En la investigación para esta nota, se averiguaron a fondo ciertas acciones y hechos atribuidos a Ernesto Samboyardo que circulaban, a modo de homenaje, en cientos de posteos y sus réplicas a raíz de su reciente fallecimiento. Desde el lugar en donde este autor escribe, con una única biblioteca en las inmediaciones en la cual no existe un sólo documento que lo nombre a Samboyardo, porque nadie aquí en esta región lo conoció ni tuvo noticias suyas, me las tuve que arreglar con lo que pude.  Alguien me confirmó, otro desmintió, contrasté con lo que pude encontrar en la web, que fue más o menos lo que me dijeron unos y otros, con variantes. Alguna fuente original que alguien escaneó y colgó por ahí, más la propia memoria y, lo más raro, la de algunas personas ya fallecidas, completaron un cuadro que, a priori, estaba incompleto y así irá a quedar. Nada muy diferente con lo que les sucedió a otres con los homenajes a Gloria Castelvalle, cuya muerte trágica conmovió a tantas y tantos, dejando un vacío que una miríada de deseos para su posvida en el otro mundo trataron de conjurar. La diferencia entre esta poeta y Samboyardo es que, mientras de ella se citan, además de su talento, su don de solidaridad y bondad, del periodista se recuerdan sus vicios y se acentúa su condición de maldito, mito cuyo principal constructor fue el propio Samboyardo. Él contaba que una vez, en su adolescencia, cometió un asesinato, pero nunca llegaron a apresarlo por eso. Las veces que estuvo en la cárcel, que él contaba por cinco, fueron por otros motivos, también violentos, pero esa muerte que él se atribuía nunca se aclaró y, de haber habido ese crimen, quedó impune. Pero eso no es lo más importante, lo que de veras enerva es la insistencia en ciertos tópicos, ángulos, colores, con el fin de causar la sensación de emoción en lxs lectorxs que navegan por las redes. “Loco”, “mito”, “maldito”, “descontrolado”, “anti”, “mito”, “revulsivo”,  “revólver”, “mítico”, “cloaca”, “infierno”, “mito”, “cocaína”, para Samboyardo, que en el caso de Castelvalle se convierten en “bella”, “poesía”, “poética”, “inspiradora”, “poesía”, “poética”, “hermosura”, “bellura”, “bellezura”, “poesía”, “poética”, “emoción”, “verdad”, “poesía”, “poética”, “poesía”, “poética”, “poesía”, “poética”, “poesía”, “poética”, “poesía”, “poética”, “poesía”, “poética”. Hasta el hartazgo el mito, hasta el hartazgo la poesía, hasta el hartazgo, el hartazgo, el hartazgo. El mito del reviente, el mito de la poesía, lo poético de la poesía, el infierno de la cloaca de la cocaína. ¡El mito ácido! ¡El mito dulce! ¡Mermelada! ¡Azúcar! ¡Droga! ¡Azúcar! Encanta, ama, amo, amé, odio, odddiooo, qué lindooooooooooo, qué triste, buen viaje, de gira: ¿en dónde estuvieron Ernesto Samboyardo y Gloria Castelvalle todo este tiempo? ¿Qué aportaron mientras todo el mundo se vaciaba el cerebro, llenándose de luz azul, a la espera de que las  emociones se pongan a flotar en ese resplandor? ¿Qué hacían? ¿Vivían? ¿No morían? ¿Y cómo pensaban que iban a volver a nacer a la luz pública, que es ese mismísimo resplandor de luz azul? Lo mismo podría aplicar para Graciela Drux, Pablo Arbito, Emanuel Goldenberg, Sebastiana Lagreta, Germán Ramadillo, Zulema Bahaladuj, entre otras tantas y otros tantos que se han muerto en estos últimos tiempos. Víctimas de la edición post-mortem.

 

2

Cuando hace algunas décadas atrás comencé a escribir mis obras completas, una imagen léxica comenzó a repetirse en mi memoria: la luz, pero pronunciada con “u” francesa, así: la lu, la lu, la lu. Lo que comenzó como una broma, se transformó, con los años en un sonido permanente, que cada tanto amaina y luego re-merge.  Para aliviar la carga, cada vez que puedo lo digo en voz alta. Este exorcismo hace efecto por un tiempo. No importa. Más bien, quiero leer aquí una advertencia que en algún momento me administré. Yo no supe en aquel entonces, tan ocupado estaba en la escritura de mi poesía y prosa completas, que esa tontería de “la lu, la lu, la lu” me iluminaba acerca de la metamorfosis que la luz iría sufriendo a medida que avanzáramos en el futuro. No estoy hablando de las leyes fìsicas /ópticas que subyacen a la luz, tampoco a la teoría de la relatividad, sino a la transmutación de sus fuentes principales, o a su migración, en favor / en contra de nuestra percepción. ¿Quién hubiera dicho que el Sol quedaría relegado a un segundo lugar? ¿Quién hubiera imaginado que las fuentes de luz azul ocuparían nuestra atención durante gran parte de nuestras jornadas, en prejuicio del astro-centro de nuestro sistema solar, que con Galileo ya había caducado como Centro del Universo? ¿Quién hubiera aventurado que las obras de Ernesto Samboyardo y Gloria Castelvalle se irían a transfigurar en los recordatorios cargados de miel e “inteligencia buena” que se reproducen y flotan entre fotones de luz fría? ¿Quién hubiera tenido para si que su recuerdo estuviera ligado sin remedio a una sensación de náusea, a una migraña que obliga a apartar la vista de las pantallas y al mismo tiempo, por una contraorden, al impulso de volver a mirar, y así, hasta quedarnos vacíos? ¿No eran mejor comer papafritas “Pum”, “Brutzel”, “Chipapá”?

Vaya mi homenaje, merecido, a  Ernesto Samboyardo y Gloria Castelvalle, y a Carlota Benjaim, Samuel Benítez, Vera De Martinis, Juan de Dios Sigfrido, Elìas Marchetti, Camilo Santana, Fabiana  Fabrizio, Atahualpa Cuzco, Yarará Cuatiá, ay: al sinfín de poetas que supo albergar nuestro planeta.  Pero no a la poesía de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía de la poesía, de la poesía  de la poesía de la poesía, de la poesía de la poesía de la poesía de la poesía de la poesía de la poesía,  de la poesía de la poesía de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía de la poesía de la poesía,  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía  de la poesía de la poesía, fermentada en la luz al vacío en que se convirtió nuestra mente.

 

(Actualización mayo – julio 2023/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646