diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Rosario 19/ 5/ 2015- Good morning Mr Draper

Hoy vi dos fragmentos norteamericanos, de una comedia en netflix y de una película, y en los dos se hablaba de concursos de spelling. Pensé lo importante que era para ellos saber deletrear, obvio, mucho más difícil que en castellano. Y se me fue yendo la cabeza.

Últimamente juego mucho al scrabel (scrabble, y para los españoles: APALABRADOS, ¡horror!) en el celular. Una especie de vicio que me tiene atrapada sobre todo de noche y atenta contra el sueño y contra la lectura en la cama. Ya lo voy a abandonar, espero. Mientras tanto, llegué a ganarle dos veces a la inteligencia artificial en nivel experto, claro que usando yo también a veces un diccionario. Pero sin diccionario llegué a hacer 185 puntos en una jugada, con una palabra muy simple pero de 8 letras que tomó dos casillas de triplica puntos palabra, la del medio y la del extremo izquierdo, y sumó los 50 de las siete letras más los puntos de la palabra a la que agregó letras. En fin, felicidades de fan.  A lo que iba es que mientras miraba las escenas de concurso de spelling pensé que yo, que había estudiado inglés ocho o nueve años cuando iba a la primaria y al secundario y lo escribía siempre desde afuera, quizá tomara con más naturalidad el spelling que los nativos. Pensamiento más que errado. Sobre todo tratándose de mí, que no logro certezas ortográficas espontáneas con el mero castellano, a las horas y horas de lectura. Pero eso me llevó a armar mentalmente palabras en inglés para scrable, sueltas, y a pensar si llegaría a algo jugándolo en esa lengua. Y mientras la cabeza volaba salieron estas palabras y orden: breath, anxious, feed, music, lirics y de la última me olvidé ahora escribiendo esto. Eran todas palabras de pocos puntos. ¿La X valdrá tanto en inglés como en castellano? Pero era una buena serie la que se armó inconsciente y daría para una sesión o un rato si retomara análisis ya.

De ahí salté, como en un flash back, a mi día de hoy: me desperté muy antes de que amaneciera porque el perro tomaba agua estrepitosamente en la galería y la humedad invitó a un mosquito que fatal me picó los pies. Y como no me dormía me duché y me vestí. Me levanté.  Fui a hacerme análisis de sangre, desayuné con mi hija después en la ventana de Pan y manteca con el boucher del laboratorio, volví a casa, trabajé un ratito en la compu corrigiendo una novela ajena y otro rato con planillas de excel, almorcé con Pelle. Después buscamos los resultados de los análisis y como había que esperar me compré al lado unas pantuflas de invierno de lana con suela, muy hermosas, que pintan para alentar el encierro. Después fui a la sesión de quimio y todo era una tristeza. No estaba mi ventana al patio de invierno con plantas, habían cambiado temporalmente la sala por arreglos.  ¡Dónde iba a fijar la mirada!!! Había mucha gente, toda acompañada, los acompañantes hablaban mucho y todos querían parecer animosos y todos, acompañantes y acompañados, parecían muy y muy y muy… agotados. Me dije: ahora, hoy, estás sana, esto es una vacuna, no te tenés que bajonear. Pensé en la tranquilidad de haber estado siempre sola acá, y en los momentos únicos que me habían procurado durante estos meses de cita cada veintiún días la duermevela y el random: Aira leyendo El perro, en un congreso de Rosario, Bethania, cantando a capella “Explode coração”, o Nuno Ramos recitando “Ay de mim!”. O en cuántos mensajes he contestado desde acá, escuchando música, como si estuviera en casa. Y me puse, otra vez, la estola de visión, como diría algún Lamborghini. Busqué Capusotto en el teléfono y miré varios videos. Micky Vainilla es impagable pero acá no da. Tiene una carga de violencia demais. Me divertí bastante con el Ministerio de la Lengua, pero tampoco me banqué tantos golpes. Decidí ni intentar con Violencia Rivas, y pasé a la música, a Manu Chao. Como escuché ese disco  una vez en un tren francés que se rompió yendo desde París a Venecia,  mientras cruzaba por Suiza, por Loussane y con vista directa al lago, y leía una novela de Mardulce (El modelo aéreo, de Sabbatella, que me había regalado su editor, Damián Tabarovsky, en París, y de todo eso hace casi tres años), Manu Chao me quedó pegado a ese paisaje de lago en invierno y al estilo parco de Sabbatella y se me abrió unos segundos (o un rato largo, cómo medir esas cosas de la duración del recuerdo involuntario) la ventanilla del tren y estuve otra vez en ese lago que no conozco… Entonces se me ocurrió buscar películas en youtube y puse en el motor de búsqueda Cassavetes y encontré Faces, entera, subtitulada, y en una calidad sorprendente. Y muy al comienzo, antes de los títulos, una reunión de publicistas o de cineastas a la que llegaba un Mr. Draper. “Good morning Mr. Draper”, le dice una secretaria. Y pensé en Don Draper y en Mad Men y en los Madison men´s, y en si ese era un obvio homenaje a Cassavetes, y en el hombre que en la primera escena de Faces se hace sacar el cigarrillo de la boca por la secretaria, y en cuánto habrían escrito ya sobre eso. Y seguí mirando Faces. Y fui feliz, lisa y francamente feliz, en esa sala sin ventanas y en un mundo en el que también existen Tinelli y los jueces depravados. Después me acordé de la primera copia destruida de video en que vi Maridos y de cómo tuve que reponer con fragmentos en Youtube todo lo que no dejaba ver el video. Y me olvidé del dónde y del cómo y del quién y me desenchufé… hasta que el benadryl hizo su efecto y volví a la música y me entredormí un segundo y terminé y me fui …. Mañana despierta y despejada, veré las dos horas y pico de Faces, o pasado, o el viernes. O la semana que viene. Tengo un programa genial por delante.

Volví a casa, vino Gilda, vino Paula, tomamos té con budín de limón y coco y esas harinas de los chicos que pusieron el negocio vegano al lado, y masitas de avena, y charlamos mucho y se fueron. Después miré la serie donde una hippie y su ex marido devenido gay mueren por ver juntos el concurso anual de Spelling. Pelle, se fue a caminar con Moreira y volvieron, vino Ceci, compró comida. Hice un agua de naranja y jengibre pensando que me gustaría armar un taller de lectura caminada, me vinieron dos: La mesera era nueva y Viaje a Petrópolis: traducciones, soledad, vejez. ¿Serían demasiado melanco? Depende. Y con qué tipo de gente me gustaría o no caminar y charlar sobre estos textos. Y si en alguna parte se hará: caminar por el parque al lado del río y comentar. ¿Incluiría poesía? Qué placer ponerme a hojear libros de poesía para elegir un poema, un verso, un autor. Más portátil que la novela, y más difícil, o no. Fin de la fabulación. Preparamos la ensalada, comimos, hablamos de las clases  de Ceci y de sus primeras experiencias de corrección de trabajos con la gente de la cátedra de arquitectura en la que es ayudante y de los métodos de corrección de parciales a los que habíamos llegado en literatura argentina a través de los años y de lo que los Arzubialde habían traído de Brasil y pensé que no había leído el texto que nos mandó Cabezudo ni otro de otra autora joven que parecía interesante ni muchos otros más y en cuándo  me decidiría a leerlos. Ese temor de que no te gusten, de tener que decir que no, que me asusta tanto al abrir un libro inédito. Y de las pocas ganas de largar Hollywood (el Bukowski de estos días, que por cierto tiene también una atmósfera muy Mad men) y el Scrabel, para decidir eso. Comimos. Y después empezó la película del spelling y me vino el asunto y las palabras de la posible performance de scrabel en inglés. Y la necesidad, primera desde hace bastante tiempo, de pensar escenas de enseñanza, y de escribir alguna columna. Esto. Nada más.

 

(Actualización mayo - junio 2015/ BazarAmericano)

 

 




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646