diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Año 2012. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, Avenida Corrientes y Montevideo, 16 horas. De la radio de cumbia de una parrilla de choripanes escucho a una locutora decir: Las morochas dan lo que las rubias prometen.
Año 2014. Copenague, Dinamarca. En los portales de internet de lo que equivaldría a La Nación: Berlingske, y a Crónica: Ekstra Bladet, aparece la noticia: último momento, todo el pueblo atento, se busca a un chico de barba, anteojos, remera y pantalones anchos; fotos de las cámaras de seguridad de la estación de trenes: un joven árabe. Si lo ve, llame ya a la policía.
Se busca terrorista ya. El chico está sentado en la estación de tren, nervioso se para, se sienta, va y viene. “Una fuente confiable”, dirán los policías, lo ve sospechoso, siente miedo, se encierra en el baño y los llama. Escucho las sirenas de las patrullas. Uh, pienso. La noticia se reproduce en los medios, ese es el momento en el que todo el pueblo la está leyendo.
El pibe abre una valija, se le cae una impresora, se pone más nervioso, está leyendo un libro sobre terrorismo, se le caen los papeles que lleva, todo. ¿Por qué está nervioso?, ¿Por qué tiene en una valija una impresora?, ¿Por qué un árabe lee un libro sobre terrorismo?
La noticia se propaga-veloz, solo pasarán unos minutos hasta que un amigo del chico le dice que lo están buscando y él, hijo de padres árabes de segunda generación, en perfecto danés llamará a la policía, dará entrevistas a los medios, dirá de paso que por ejemplo la Facultad te da muchos medios pero no te deja imprimir gratuitamente cosas, que por eso iba con su impresora y que estaba nervioso porque era un estudiante de Política Internacional y tenía que dar un examen sobre terrorismo.
Sobre que el horno no está para bollos, crearon paranoia, desconfianza, además de que cada cultura cree que sus reglas son las que valen; al otro día se dio vuelta la página: acá nada pasó, no, nada, ¿ah?, aunque miento si subo al subte, y un par de veces en los medios se quiso profundizar.
Solo se alzan indignados los hijos de los árabes en las páginas de izquierda tipo Modkraft.
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Estoy en el parque del barrio. Son las últimas semanas del verano. Veo un lugar en el único banquito que hay. Para leer mejor me siento. Hasta ese momento el banquito estaba ocupado por un señor mayor y un vendedor de la revista Hus Forbi, que equivaldría a la Hecho en Bs As.
Ocupo el lugar del vendedor de la revista que se va.
Me siento y el que quedó sentado, el hombre mayor de pelo blanco, empieza a conversar. Viene de Macedonia, está de vacaciones, habla inglés, tiene … años. Me dice que le gusta más el vodka que las cervezas. Mientras hablamos tenemos el panorama del parque, la mayoría son jóvenes observadores así que ellos nos miran desde las lomas del parque y nosotros los observamos a ellos desde el banquito.
Son raros, me dice el hombre, son raros, y claro, justo miraba a dos chicos que nos observaban atentamente. Vive en el barrio, vino a visitar a unos amigos. Le sorprende que no vayan a tomar café en los bares, que siempre estén con esas botellitas de cerveza de 330 ml, tan para uno solo, tan capitalistas.
Me dice que se queda unos días pero que no le gusta, que está de vacaciones visitando a unos familiares. Vive solo, ya está jubilado, … años, dice, … años, y se ríe, sí, luce bien. Ve que la ciudad está hecha para jóvenes, no sabe si volverse esa semana o la próxima. Además, 8 meses de invierno, dice, ¡8 meses!, ¿cuántos meses de invierno hay en Argentina?, me dice, 8 meses de frío acá, nooooo, me dice y ¿yo que le voy a decir?
Hablamos de envases vacíos. Que juntar latas, bien juntadas en un buen día de trabajo, solo en verano que es cuando la gente sale a recostarse en los parques, puede dar hasta 400 coronas, algo así como 500 pesos argentinos de hoy. Y observamos a unos afros y posibles rumanos que dan vuelta por el parque rastreando latas, juntando y husmeando la basura de los autóctonos, en su mayoría jóvenes.
Me dice que sus amigos hacen eso, que él es muy tímido, que no lo haría, que no puede.
Cuando nos vamos, nos vamos juntos, íbamos para el mismo lugar. Los chicos observan nuestros movimientos. Él se acerca a un tarro de basura pero justo eligió mal, el tarro estaba lleno de comida y había que escarbar para encontrar una lata. Lo deja así y me mira como diciendo no, que no estaba para hacer eso.
Tenía un pasaporte nuevo. No, no me gusta, decía. Son raros acá.
Y sí. Iban y venían en bicicleta. Las chicas se recostaban en el césped. Era verano. Todos nos observábamos entre todos.
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En las cartas de William Burroughs, se dice que los Master Musicians of Jajouka tocaron en 1954 en la inauguración del restaurant que Brion Gysin había instalado en Tánger. Brian Jones grabaría un disco y hace poco el chef famoso también los visitó. Voy a escuchar algo parecido, estoy esperando el recital de Oudaden, otro de los grupos míticos de Tánger.
No hay mucha gente. Unos jóvenes daneses hippies quemados, los quemados que viajaron por el mundo y no volvieron, algunos que salen del trabajo, curiosos, yo. El grupo viene después de unos músicos sufís de la India. Sé que voy a entrar en trance, así que me preparo, sé que algo me va a conectar con ese sonido ancestral. La repetición, los instrumentos, la sangre profunda harán su trabajo en mí, pues claro, mis raíces se conectan a los espíritus del pasado. Se arma el baile, somos varios los conectados, fotos, círculos, baile sincero y fraternidad.
Urbanicidio le dicen a las ciudades que después de ser declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, empiezan a sufrir las inclemencias del turismo. Trabajo para los pobladores, dirán, en algunos lugares regulados, como en otras tierras; lugares en donde algún solitario regional alguna vez a sus dioses pidió una visita.
Me siento a esperar el último grupo. Un grupo de música africana. Junto a mí se sienta un señor de barba blanca, borceguíes, gastada campera de cuero blanca. Serbia, Serbia, me dice por la música que suena. Empezamos a conversar. Me dice que tiene … años, que es un hombre de mar, que le gustaba Perón porque había nacionalizado los trenes. Si, Argentina, Patagonia, Patagonia, me dice, Calafate, Calafate, Iguazú, Iguazú. Se iba en unas semanas a Atenas, no soportaba el frío, el clima es una masacre, me dijo, viento, lluvia, nieve. No lo soportaba. Cuidaba su bicicleta, me decía, es esa que está ahí, y me señalaba una. No tenía candado, me dice. Cuál, le digo, esa, esa que tiene una pluma, me dice, y veo una bicicleta con una pluma en el manubrio. Dormía en carpa, en la playa que queda a 3 kilómetros del centro, y tenía tres bolsas de dormir. No había conseguido pasaje para antes, pero bueno, pronto se iría al sur. Hombre de mar, hombre de montaña. Me ofreció un pedazo de durazno. La gente que organiza el festival viaja mucho, me decía, conoce bien, me decía, y la gente de la ciudad no conocía esta música pero que era muy buena. Me dijo algunas palabras, saludos fraternales en árabe, nombres originales de algunos pueblos, me dijo que conocía a esa chica que bailaba cerca del escenario, que venía de España y que él la había conocido en el año 68 en la India, en donde se salvó de milagro gracias un médico que lo socorrió por no sé qué peste. … años, me dijo, si, se veía bien.
Después vimos juntos el grupo de Guinea, Sekou Kouyate, algo entre el jazz y la música original; Jimi, por Hendrix, le decían al guitarrista. I love Copenhagen, dijo el guitarrista al final. Nos despedimos, quedamos en vernos en unos días.
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Me gustaría releer y saber más sobre el tiempo que se pasó Osvaldo Lamborghini en Barcelona, cuando estaba en esa habitación y escribiendo su última obra, pero la biografía de Ricardo Strafacce no podía cargarla así que tuve que decidir, elegir, perder algo, y por suerte uno de los aciertos fue traer el Anuario del Tiempo, Tomo X, de Néstor Groppa, el poeta de la ciudad en la que nací, San Salvador de Jujuy.
“El invierno es torpe, vueltero
su abrazo trabaja igual que peste…” dice en el libro con una de las tapas de los Anuarios que más me gustan por el celeste y lo que veo que reconozco. Además de sus libros de poesía y todo su trabajo como editor, estos son 10 Tomos que recogen su obra de poeta-cronista escrita entre 1960-1996, y aunque no tengo todos, esta tiene una fotografía “en la tapa y contratapa con la estatua LA LIBERTAD de LOLA MORA, escultora argentina (Tucumán 1866, Buenos Aires 1936). La obra está en una esquina de la Casa de Gobierno de Jujuy. En el fotomontaje realizado por ng, en década del 70 LA LIBERTAD está de espaldas.”
Siempre pensé en ser de los poetas que no salen de su tierra y que sus maestros solo son los ocasionales hombres que aparecen en las caminatas del pueblo: Néstor Groppa, Ernesto Aguirre, eran mis ídolos.
Néstor Groppa nació en Laborde (provincia de Córdoba) en 1928, llega a Jujuy después de estudiar en Buenos Aires, estar por Bariloche, Tucumán y finalmente quedarse en Jujuy, en donde vivió y trabajó. Si no recuerdo mal, según dice en su autobiografía este Otoño, en Tilcara recibe un paquete con su primer libro, Taller de muestra, editado por Botella al Mar, Bs As, en 1954.
Si me permiten, me despido transcribiendo el poema: 22 NOTA
Con el jazminero en junio
Pálido, tímido pero fervoroso
jazminero en invierno
dibujado con blancos tumultos de neblina.
Jazmines nacidos bajo cero,
criados bajo cero,
Y sin embargo abiertos.
Asmático redoble sin perfume
como jazmín tatuado en un espejo. O mirándose.
Más desmejorados aún
en las penurias a deshoras de la nieve
envidiando al del vaso en piecita internada en el espejo.
Deficientes y mogólicas
son estas flores de estuco amortiguado
( jazmines de aparecidos )
emergidas de la pura niebla con hojarasca de nieve
e insinuadas como un repulgo del tiempo.
Viven y mendigan mi casa, jazmines en Junio
que además de apenas pincelar al aire y el mes, pasando
-de baja nostalgia- son bandadas incurables.
Domingo 17 de septiembre de 1989. Pág. 10
(Actualización noviembre 2014 – febrero 2015/ BazarAmericano)