diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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En octubre de este año que se termina, 2019, tuvo lugar el 9° Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca. Entre otrxs muchxs poetas estuvo invitada Susy Shock, y tuve la fortuna de entrevistarla. Nunca había hecho una entrevista antes, pero la había conocido a Susy en Mar del Plata y sabía que no podía salir demasiado mal. La noche del último día, unas pocas horas antes de tomarme el micro de vuelta, en la puerta de la emblemática pizzería Tomasito, sentadas las dos en un banco de plaza bajo la llovizna fresca, refugiando el micrófono de los auriculares del ruido de los autos, Susy me dio esta entrevista. Más que preguntas yo le había llevado tópicos, temas de los que quería hablar, y como ella es una conversadora nata, todo fluyó. Más allá de los recortes no alteré casi las marcas de la oralidad de Susy, sólo reduje la cantidad de “¿me entendés?” a un cuarto de los que había originalmente. Me pareció importante conservar algunos, porque todo el tiempo Susy parece estar dándose vuelta para ver si la seguís, para ver si de verdad entendés, si de verdad están dialogando. Después, claro, Susy hizo lo que quiso con mis preguntas y las dio vuelta como una media, pero esa ya es otra historia.
La grabación de la entrevista empieza, y…
- A ver, ahí está. Bueno, yo escribí unas preguntas. Te las leo pero igual lo charlamos. La primera dice: si se me permite el arrebato poético, diría que Susy Shock es una flecha disparada a la libertad, donde sea que ésta se encuentre. Esa parece ser tu búsqueda, y en esa trayectoria de vuelo están la poesía, el canto, la autogestión y el deseo. ¿Cómo contribuye cada uno o qué le aporta la poesía a tu búsqueda de libertad? Invente.
- Yo creo que me cuento, porque que soy extremadamente libre, porque nací y me crié en un contexto de libertad. Yo pertenezco a una comunidad con opresiones, entonces a veces parece que mis batallas fueron construirme en la libertad, y en realidad mi enorme batalla es dar cuenta de la fluidez de la libertad. Cuando vos crecés y te abrazan las alas, las alitas rotas serían alitas enteras, porque vos sos un niñito y te dicen, como a mí me dijeron, “sos hermoso como sos”. Que es muy distinto a cualquiera de las otras… posiciones, también del amor, que pueden ser “mamá, me dijeron maricón”, y vengo y te abrazo y “no, no sos eso”. Y eso también demuestra un cariño, pero desampara al maricón. Lo alivia diciendo bueno, vos no sos eso, y en realidad es amar eso que sos. Yo tengo cincuenta años, imaginate a mi viejo obrero textil, mi mamá ama de casa y después portera en una escuela. Hay algo que les funcionaba del orden de lo intuitivo. Yo me cuento desde esa infancia libre. Yo hoy puedo leerme, HOY me leo. No sé si hace cuatro años yo podía decir esto. Como me dijo la otra vez una amiga trans en Rosario: “sabés que yo hoy, con 45 años, me doy cuenta que en realidad yo siempre fui una infancia trans. Y yo me decía que era un putito… Hoy tenemos esas palabras”. Entonces me gusta hablar del abrazo, en contraposición del des-abrazo. Es un gesto político el abrazo. O sea, te abrazo, no importa si no te entiendo o no sé, si esperaba otra cosa, ¿me entendés? Porque hay que bancarse eso. Eso ya es en sí toda una fortaleza. Entonces lo que hacés es infancia como autoestima. Yo después salí al mundo y dije, mi mamá y mi papá me quisieron, punto. No necesito que el mundo me quiera.
-No salís al mundo con esa carencia.
-¿Me entendés? Tardamos muchos años, mucho tiempo, mucha vida en decir yo soy esto. Es más, a mí las definiciones me fueron costando porque no las necesité, porque también nos vamos definiendo en oposición, ¿no? Salgo a la calle a los 9, 12 años, soy una travita adolescente que tiene que ejercer con su cuerpito la negociación con este mundo, entonces ya tengo que pensarme en un estado de prostitución, tengo que pensarme en un cuerpo travesti que vende sexo. Tengo que pensarme en comunidad, que es la que me rescató, me rescató la comunidad travesti y gracias a esa comunidad vivo, sobrevivo, no me morí, no quedé sola. Porque hay un abandono. Entonces hay lógicas travestis de la sobrevivencia que te sostienen. Por suerte está eso, ¿me entendés? La mamá de la calle, la que viene a sustituir a esa familia que te echó. Cuando hablamos del cuerpo travesti inclusive hablamos de un cuerpo ligado a la prostitución, ¿no? No hay otra forma, ¿a qué nos referimos? ¿Qué, cuál es el imaginario de ese cuerpo si no tiene que ver con una lógica de la prostitución? Pensá, hoy en las infancias y las adolescencias trans travestis que podemos ver, que están terminando el secundario porque hay una familia detrás que no desampara, que no des-abraza. Hay otros cuerpos, ¿viste? Yo creo que todo eso es lo increíble de esta época. Nos estamos pudiendo leer, y nos empezamos a leer para atrás. Cuando no teníamos estas teorías o estas formas de mirar, estos espejos, yo me miré en un mundo heterosexual. Y binario. Toda mi construcción femenina se la robé a la mujer. Hoy, si volviera a nacer, me miraría en las travas visibles. Creo que somos generaciones también en movimiento.
- Estuve chusmeando entrevistas tuyas, y decís que más que un arte de lo que es te gusta un arte de lo que debería ser. Lo que vos escribís oscila entre tu experiencia personal, que no sé si es lo que debería ser pero es más luminoso quizás que la realidad colectiva, pero también está Hojarascas, que tiene esta cuestión de denuncia urgente. Te quería preguntar así, como haciendo ciencia ficción, si un día las cosas son como deberían, ¿cómo te gustaría el arte o cómo creés que debería ser el arte?
-Y, yo creo que se parecería más a un estado de libertad. Yo parto de sentirme en un privilegio, el privilegio del abrazo, que implica haber terminado el secundario. No solamente haber tenido nido, sino lograr cuestiones que mi comunidad no tiene: educación, salud, un hogar, comida, un montón de cuestiones. Entonces, partiendo de ahí, también yo me pude mirar al principio. Cuando empezaba más visiblemente las primeras notas y me preguntaban, porque el mundo quiere saber frente a qué está, “bueno, ¿y vos qué sos?”, decía “soy género colibrí”. Quizás en un estado como ideal yo creo que volvería a sentirlo eso, ¿me entendés? Yo creo que nosotras debemos salir de las calificaciones finalmente, pero estamos en una época donde hay que decirnos: somos travas porque como travas nos matan, como travas nos falta esto, esto, esto, esto, esto, esto y esto y sigue la lista. Hay ahí un ejemplo concretito. En la pelea por la Ley de Identidad de género yo venía con toda esa discusión, esa propuesta, género colibrí, qué sé yo. Y de repente teníamos que sentarnos, se tenían que sentar con un diputado a convencerlo… ¿y vos qué le ibas a decir, género colibrí? No, perdón pero a la comunidad travesti se la mata. Esto es lo que se reclama. Y hay este promedio de vida, ¿entendés? Entonces no dejan de ser también un privilegio esas otras agendas. Creo que tenemos que ir hacia esa otra agenda. Yo tengo cincuenta años y hay unas cuantas que empezamos a tener cincuenta años, y estamos acá. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Cómo nos pensamos? Ni siquiera el cupo trans sería algo que nos encajaría como beneficio inmediato, porque ya estamos más para jubilarnos que para empezar a trabajar. Entonces, ¿qué soñamos ahí? Che, nos soñamos viejas, ¿cómo es nuestra vejez? Y ahí entraría la ciencia ficción de estar vivas, que ya es gigante porque significa que unas cuantas cosas funcionaron lejos de la lógica que es la que maltrata a la comunidad. Llegamos, somos sobrevivientes de muchas cosas. ¿Cómo vamos a hacer a los ochenta, a los noventa? ¿Dónde vamos a estar? La mayoría sigue estando sin familia y seguirá estando sin familia, ¿cómo nos vemos? ¿Nos vemos en comunidad? ¿Nos vemos solas? No soñamos que nuestros nietos y nuestros bisnietos nos van a acobijar cuando seamos viejas y nos van a poner en un geriátrico. O sea, yo creo que es un privilegio pensar, pero yo creo que hay que ir ahí. Por un lado, sentarse y explicarle al mundo como si fuera tonto el mundo, que lo es, y decirle “mirá, dos más dos cuatro, a una travesti la matan por esto, esto, esto y esto, una travesti necesita esto, esto y esto”. Ahora, también tenemos el derecho, a la par, de ser género colibrí. O de ser lo que queramos. Y en eso me gusta cómo viene la juventud, creo que lo no binario viene a pegar un salto sobre eso. Porque nosotras nos empezamos a releer.
- Estuve chusmeando el disco Traviarca y también estuve googleándote un poco, y quería que habláramos un momento de Pedro Lemebel. Tenés una canción dedicada a él en tu disco.
- Sí, Lemebel es escuela. Para mí fue eso: tengo que crecer en un mundo que se es de una manera o de la otra, entonces le robo la estética a ésta, me miro en Los ángeles de Charly, me miro en Rafaella Carrá, ¿me entendés? Soy mi vieja, mi vieja en los ’70. Yo me doy cuenta, hoy me veo re mi vieja físicamente. Inclusive nos veíamos más en lo gay, en lo lésbico, que había muchos más ejemplos, que en lo trans específicamente. Yo creo que Lemebel es el primero que codifica, y Lemebel desde lo sudaca sobre todo, porque había otras informaciones más lejanas, pero no encajaban. Yo creo que Lemebel trae la clase, la raza, trae este continente, te lo trae ahí. Y no importa que sea en Chile, podría haber sido en Liniers. Y hay, sobre todo, y ahí es donde a mí me pega, una belleza rotunda. ¿Me entendés? De hecho a mí, cuando empecé a escribir de adolescente, una de las primeras críticas de los tallercitos literarios pelotudos en que me metí era que escribía barroca yo, como si fuera un defecto. Y yo lo tomé como un defecto. Y cuando yo leo Lemebel, ¡nada más barroco que Lemebel! Entonces yo dije: ¡vamos por acá! O sea, es por acá, está bien. Me acarició, me hizo sentir que pertenecía a un mundo, que lo barroco era nuestro. Entonces eso: que finalmente era una mirada heterosexual también la que definía qué es literatura y no. Creo que Lemebel es eso, como una legitimidad, sentirte que pertenecés, y no solamente como persona trans, como marica sudaca, sino claramente como la poeta. Eso.
- Yo siempre flasho mucho con Lemebel. Es como una identidad medio de avanzada porque tiene un nivel de ambigüedad…
- Genial.
- Muy impresionante.
- Sí, sí, sí. Inclusive, la misma Lemebel rescata a Batato Barea. Yo vengo del teatro y fui espectadora de Batato Barea. Fui espectadora de Batato decirse “soy el primer clown travesti”, de ponerse tetas y ser Batato, ¿entendés? De mostrar la construcción de un cuerpo a partir de su propio deseo, que creo que tiró señales que todavía no las hemos descifrado. Y más, creo que hay mucho de lo no binario ahí, que Batato tiene, sin nombrarse no binario, porque si bien puso travesti en un momento él nunca dejó todo lo que tenía que ver con su parte de varón, nunca lo abandonó. Sólo que tenía tetas. Entonces es muy increíble, ¿me entendés? Y fue en los ’80. Uf. Yo fui espectadora de eso también. Es más, para mí Batato vino antes que Pedro Lemebel. Antes que en la escritura, como corporeidad artística, escénica, performatividad, fue Batato. Después llegó Lemebel desde la escritura. En plena etapa de formación de una, yo la tenía más a mano a Batato. Me iba al Rojas, lo veía, y estaba ahí. No solamente me pasó a mí, le pasó a mucha gente, de llegar a caminar con Batato en la calle Corrientes y él abrir los tarros de basura, las bolsas de basura para buscar escenografía para los teatros. Yo lo viví y éramos como un grupo de grupis que lo acompañábamos caminando, solamente para seguirlo a Batato. Nunca llegué ni a tomar un café con Batato ni a ser amigos con Batato, no sé si hablamos mucho, pero hay algo ahí que nos rompió la cabeza.
- Es como comprobar que la autogestión tiene sus limitaciones y a su vez nos da la libertad de no tener que transar nuestra identidad, nuestro deseo ni nuestro arte con nadie, ¿no?
- Si hay alguien que encarnó la búsqueda desde el deseo fue Batato. Desde el deseo, desde esa libertad, porque no es alguien que tuvo que prostituirse para comer. Él claramente era un personaje del arte, y cuando se puso las tetas tuvo que ver con su búsqueda de deseo que era permanente. Su deseo en este caso, en su vida, lo encarnaron los tipos. Batato iba por la calle con un papelito fotocopiado donde tenía su dirección y todo, y si le gustaba alguien se lo pasaba al toque, o sea, tenía toda una empresa del deseo. Sus tetas también fueron a partir de eso. A mí eso me rompió la cabeza, y en eso por ahí Pedro creo que fue más marginal. Yo en esa situación me sentía mucho más cerca de Batato, porque todas mis búsquedas siguen siendo hoy desde el deseo. Yo no hago nada que no esté cerca de mi deseo, porque así crecí. Creo…, no, creo no: estoy confirmada. Hice una hora extra sola en mi vida, cuando trabajaba en la fábrica, y me costó no ensayar ese día, y dije “yo no voy a hacer esto”. Yo no pienso en cuánto le agregaban a mi sueldo las horas extra, yo pensaba que me perdía de ensayar. Esto fue ponele a los diecinueve. Cuando tuve la posibilidad, dije “chau, me voy” y me emancipé, no porque pudiera pagarme, sino porque me bancaba caminar y no tomarme el colectivo. Pero dejé de pedirle a mis viejos… Porque si yo no voy a trabajar, no voy a ingresar en el área formal del trabajo, me voy a bancar mi búsqueda, ¿entendés? Ahora, después todas las cosas que he hecho para sostener eso, es otro camino, pero tiene que ver con el deseo. No deja de ser un privilegio.
-Bueno, no tengo una pregunta para esto, no se me ocurría la pregunta pero quería preguntarte por la metamorfosis. ¿Cómo pensás vos que podemos pensar ese concepto, si querés, ya sea en el arte que producimos, poesía, incluso en los conversatorios, y cómo opera también en nuestra identidad?
- Yo creo que hay una idea como traumática de la metamorfosis, ¿no? Inclusive a veces en los ejemplos, digo, la oruga y la mariposa. No las vemos como algo completo. Pareciera que la oruga es una persona que… o sea, un ente (risas) que deja la mariposa y no, es la misma mariposa. ¿Entendés? Es la misma mariposa, que le crecieron alas. No lo vemos así, te lo presentan como si fuera algo que necesariamente se parte en dos, y yo nunca vi eso, nunca vi mis procesos de esa manera. Es más, no creo que cambiar sea eso. Sí el dolor nos produce eso. Sí las necesidades nos producen eso. Pero en realidad la metamorfosis sería poder seguir creciendo hacia otros lados, mutar hacia otros lados, sumándole. Yo no he restado nada de lo que he sido, pero nada. ¿Entendés? Si vos me ves, vos vas a mi casa, siempre lo cuento, y vas a ver mi historia porque hay fotos. Yo soy de las pocas personas que tiene sus fotos. No tener la foto es decir yo no quiero mirar el niño que sufrió. Mi niñito fue amado, entonces cómo no va a estar en la foto que estoy jugando con mi hermano, o abrazada a upa de mi vieja. Y ese adolescente, un mariquita pintada y qué se yo, jugando al teatro soy yo, adolescente. Me llamaba de otras maneras, pero soy yo. No hay un cambio tajante. Ahí una metamorfosis sería algo fluido.
- Claro, y en la mariposa está la oruga, y en la oruga la mariposa.
- ¡Claro! ¿Me entendés? Y a veces trato de dar cuenta de eso más que nada. Y sé que eso tiene que ver con el abrazo. Por eso yo creo que la insistencia está en abrazar a las infancias, ¡ya! Si no sos vos, lo saquemos y pongamos a quien sabe abrazar. Yo creo que si habría una política del abrazo sería decir “bueno no, este niñe no está siendo abrazado, alguien que lo abrace ya”. Porque es todo, la autoestima es todo. Nos construimos si no contra todo. Nos construimos contra mamá que no te quiso, contra un montón de lógicas… Y finalmente es posible salir adelante, pero se pierde mucho tiempo. Hay un montón de energía que se te va como licuando, y podríamos hacer mucho con eso si podemos fluir. Eso. Yo creo que lo de la mariposa es re tajante, lo acabo de decir y me di cuenta que es re tajante, sí sí sí.
- Está bien. Bueno, eso es todo. Gracias, Susy.
- ¡Bueno! Fijate que se haya grabado, por favor, por favor, por favor.
- Ay sí, a ver…
(Actualización diciembre 2019 – febrero 2020/ BazarAmericano)