Nació en 1975, en la ciudad de Rosario.
Se dedica al dibujo, a la pintura y al teatro de objetos.
Licenciada en Bellas Artes. Actualmente es docente de Teoría del color en la Facultad de Humanidades y Artes de la U.N.R.
Junto a Guillermo Martínez funda la Compañía de teatro de objetos El Pingüinazo (1999).
Expone regularmente en museos y galerías: Mar Dulce (desde el 2010, Buenos Aires); Corporaçào de Ofìcios (Sao Paulo 2011); CCEBA (Buenos Aires 2008); Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires 2008); Sins Entido (Madrid 2005); Centro Cultural Borges (Buenos Aires 2005); Tienda MALBA diseño (Buenos Aires 2008) Museo Macro (Rosario 2011); Centro Cultural Recoleta (Buenos Aires 2015), entre otros.

Ha realizado libros para varios editores: Pequeño Editor, Planta Editora, La Marca Editora (actualmente en las tiendas de arte de los Museos Reina Sofía de Madrid y MACBA de Barcelona).
Obtuvo el Primer Premio Dibujo, V Salón Diario La Capital, Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Rosario 2006).
Forma parte de la colección del Museo Castagnino+Macro (Rosario 2006) Finalista grupal del Premio PetroBras en ArteBa (Buenos Aires 2012). Desde el 2013 dirige junto a Pauline Fondevila el taller de dibujo “Un triángulo y una calavera”.
En el 2016 publica “La Bohemia” (Editorial Iván Rosado) libro de narrativa gráfica, en coautoría con Gloria Lenardón.

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En 1884, el teólogo británico Edwind Abbott Abbott publicó Flatland, a romance of many dimensions, una novela satírica en la que A. Square (Un. Cuadrado, seudónimo bajo el cual publicó el libro), habitante de un mundo bidimensional, describe su universo y su experiencia con otras dimensiones. “Imagina – dice Abbott - una gran hoja de papel en la que Líneas, Triángulos, Cuadrados, Pentágonos, Hexágonos y demás figuras, en lugar de permanecer inmóviles, se desplazaran libremente, aunque sin la facultad de erigirse sobre la superficie ni de hundirse en ella.”

Los personajes que colman las obras de Silvia Lenardón son también habitantes de su propia Planilandia, pero donde no reinan la estricta jerarquía y la misoginia que oprimen al mundo plano descrito por Abbott. Podemos comprobar que aquí la Revolución de los Colores, que sangrientamente fracasa en el Flatland original, ha triunfado.
Lenardón, heredera de la magia de Aid Herrera y Juan Grela (de quién fuera alumna), traza con delicadeza, humor e imaginación líneas y tramas que generan personajes que generan mundos. Una sutil poesía visual minimalista en la que el vacío cobra tanta importancia como en el arte oriental.