Galería de: Roxana Mercure
Sobre Roxana Mercure
Roxana Mercure nació en 1965 en Lomas de Zamora, donde vive y trabaja. Luego de un Segundo Año cumplido en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón concurrió a diversos talleres: Taller de Pintura con Eduardo Medici (1992/1995). con Héctor Médici (1999/2001), nuevamente con Eduardo Médici (2004/2006), un Taller de Acuarela con Ernesto Pesce en la Asociación de Amigos del Bellas Artes (2006/2007) y un Taller de Pintura con Juan Astica (2016/2018).
En 2021 participa, junto a otras cinco artistas, de la muestra "Calidoscopio", curada por Eduardo Stupía en la Galería Jorge Mara - La Ruche.
Integra desde hace 14 años el Taller de Pensamiento en Filosofía y Literatura “BonPlan”, coordinado por Gonzalo Aguirre, doctor en Filosofía.
Las obras de Roxana Mercure parecen componer un universo en constante gestación y transformación, violento a veces, siempre bello. Construye, sobre lienzo o papel, sus dinámicas obras con diversos tipos de pinceladas, con el desenfado y la libertad de un niño. Combina, a menudo dentro del mismo cuadro, pinceladas cortas o largas, ortogonales o curvas, más enérgicas o más suaves y fluidas, aparentemente desmañadas o con una gracia sutil… Los diferentes trazos que, en muchos casos, se superponen, crean pinturas de gran complejidad, de aspecto caótico hasta que, muy rápidamente, percibimos los ritmos internos que las regulan. Ritmos que son de dos clases, que en ocasiones se refuerzan o se contraponen: los generados por los enérgicos trazos de pincel y los establecidos por los contrapuntos y armonías de los vibrantes colores. Las posibilidades combinatorias de esos diversos elementos, manejadas instintiva y emocionalmente generan una fascinante especie de escritura antes del lenguaje.
Por momentos creemos distinguir, en el frenesí de líneas y tachaduras, algo como las transcripciones taquigráficas de una imagen: un ojo, un ala, el perfil de un rostro, la silueta de un animal, un esbozo de paisaje, que se manifiestan fugazmente para volver a desaparecer en el maremágnum de trazos y colores que parecen estar en un continuo movimiento. Un paisaje abstracto y emocional que evoca, por una parte, la belleza de la caligrafía oriental y por otra, la libertad de pincelada y la audacia del color del último Monet.