Galería de: Paula Otegui
Paula Otegui nació en Buenos Aires en 1974. Es licenciada en Artes Visuales y Profesora de Pintura y Grabado por la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
Ha participado en numerosas muestras colectivas, de entre ellas destacamos: Horizonte Vazado: Artistas Iberoamericanos en el filo, Instituto Cervantes de Sao Paulo (2011), la Bienal Internacional de Beijing (2015), la exhibición What is Hispanic ?, en el Haggerty Museum of Art, Milwaukee, Wisconsin, E.E.U.U. (2015) y la Muestra de los becarios residentes, Casa de Velazquez, Madrid (2017).
Entre sus últimas muestras individuales se cuentan: Lugares comunes, Galería Pabellón 4 (Buenos Aires, 2011); Reuniones imposibles, Pabellón 4 (2013); Entre otras cosas, Una obra un artista (Buenos Aires, 2015); Ensayo General, Primera Parte, Pabellón 4 (2016); La expedición, Galería Granada (Buenos Aires, 2016) y Escenarios nocturnos, Espacio Maipú (Buenos Aires, 2017)
Entre los premios que ha obtenido mencionamos: la Beca Fundación Pollock-Krasner, New York, 2013-2014; el Primer Premio Jóvenes Artistas del Premio Nacional de Pintura Banco Central (Buenos Aires, 2009); la Mención en Pintura en el Salón Nacional de Artes Visuales, Palais de Glace (Buenos Aires, 2014), la Beca del Fondo Nacional de las Artes en Artes Plásticas (Buenos Aires, 2015); la Beca Residencia Feria Arco Madrid en Casa de Velazquez, Fondo Nacional de las Artes (2017) y el Primer Premio Dibujo/Pintura, Concurso Artes Visuales Fondo Nacional de las Artes, Casa Victoria Ocampo (Buenos Aires, 2017)
Se piensa que la palabra “abigarrado” debe su origen a unas tribus celtas que habitaban la Aquitania pre romana, los Bigerri, cuya colorida vestimenta (bigerra vestis), era considerada por los romanos vulgar y extravagante. La RAE ofrece dos acepciones, con connotaciones negativas, para este adjetivo: “de varios colores, especialmente si están mal combinados”, y “heterogéneo, reunido sin concierto”. Sin embargo, sin ningún carácter negativo, es precisamente esta palabra la que acude a mi mente en primera instancia cuando contemplo las obras de Paula Otegui. Evidentemente sus colores no están mal combinados, pero sí hay muchos y su conjunción puede parecer extravagante. Y ciertamente sus obras son heterogéneas, presentan una multitud de elementos disímiles en una reunión aparentemente anárquica. “Reuniones imposibles” se denominó una de sus muestras. En la heteróclita superficie de sus paisajes, con una cierta influencia oriental, se desplazan unos personajes que pueden traernos reminiscencias de las Vivians de Henry Darger. Citas al arte geométrico o al Op Art, se entremezclan con siluetas matissianas, o iconografía pop. Los personajes y las escenas se multiplican dentro del cuadro, y toda posible narración queda destruida, volatilizada por la profusión de códigos. En sus trabajos más experimentales, que juegan en mayor medida con lo decorativo y lo ornamental, la artista abandona el plano para desplegarse en el espacio. A pesar de ello, las obras no caen completamente en la abstracción y, de alguna manera, algo en ellas nos permite seguir percibiéndolas como pertenecientes al género cuya creación se atribuye a Joachim Patinir. Las obras de Paula Otegui son una reinvención del paisaje en una época hipersaturada de información y referencias culturales, y, tal como sucedía con los artistas holandeses del siglo XV, un medio de encontrar orden y sentido en un universo altamente caótico.