Galería de: Julio Gómez
Julio Gómez nació en 1953 en Sarandí, provincia de Buenos Aires. Realizó estudios de dibujo y escultura en la Asociación de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes (MEEBA), dibujo en la Asociación Estímulo de Bellas Artes y pintura en el taller de Pablo Bobbio. Además de pinturas y dibujos, ha producido collages, transfers y objetos. Vive y trabaja en Adrogué.
Ha participado en muestras colectivas o grupales en el Museo Yrurtia (Buenos Aires), en la Casa Municipal de Cultura (Almirante Brown), en el Almacén Cultural Cooperativo (Zárate) y en La Galería Van Riel (Buenos Aires), entre otras instituciones y galerías.
Ha expuesto individualmente en la Casa Municipal de la Cultura de Adrogué (2012 y 2008), en el Centro Cultural Recoleta (2012 y 2004), en la Galería Van Riel (2009 y 2004), entre otros espacios.
Su última muestra individual es Un mundo extraño, en Galería ERROR#/Almacén Secreto (2016).
Entre los premios que ha obtenido podemos destacar, el primer premio en la 4º Bienal Nacional de Pintura de Quilmes (2015), el 2º premio en el 1º Salón Bienal Provincial de Arte Contemporáneo (Pergamino, 2015), el primer premio en la Bienal Premio Federal de Pintura, CFI (Buenos Aires, 2013), y la mención en el Salón Nacional de Pintura, Palais de Glace - Salas Nacionales de Exposición (Buenos Aires, 2013).
En 2006 curó la muestra Panorama desde el puente - Astica / Robirosa / Ronsino / Stupía / Sturgeon / Videla, para el Almacén Cultural Cooperativo de Zárate.
La lucha es un antiquísimo deporte en el cual dos personas se abrazan en el intento de derribarse mutuamente. Las armas y los golpes están excluidos, es un enfrentamiento en el que los cuerpos se entrelazan y retuercen para sujetar y dominar al adversario.
Una pintura de Julio Gómez, fechada en 1996, tal vez inspirada en una célebre copia romana en mármol de un perdido bronce griego –copiada a su vez por Philippe Magnier para los jardines de Versalles en 1684– muestra dos cuerpos trabados en combate. Al menos, claramente percibimos, entre una confusión de torsos y miembros, esbozados con enérgicas pinceladas, dos cabezas cubiertas con cabellos negros. La pintura, sin embargo, se titula El luchador. ¿Se trata entonces de una sola persona que, desdoblada, se empeña en una interminable lucha contra si misma? ¿Es esta una imagen del propio artista, una especie de autorretrato? Podemos aventurarlo, y quizás sus obras podrían titularse, como el relato de Kafka, Descripción de una lucha.
Luchador, dice el diccionario de la RAE, es alguien “tenaz en el esfuerzo para sacar adelante su propósito”. En la etimología de lucha encontramos la raíz proto indoeuropea leug-, doblar, retorcer, uno de cuyos cognados es el vocablo griego λύγος: mimbre, es decir una rama en la que se aúnan la fuerza y la flexibilidad.
Eso mismo ocurre en las pinturas de Julio Gómez. Encontramos en ellas una tensión, una lucha, entre el control y el azar, entre el saber y la intuición. En ellas combaten línea y color, abstracción y figuración, un energético expresionismo y una delicada sofisticación...
Muchos de sus cuadros se hallan conformados por intrincadas redes espaciales de gruesas y retorcidas líneas de color que, como lianas o ramas flexibles, configuran una especie de selva extraterrestre. Un mundo extraño en el cual el artista actúa como una especie de sismógrafo, registrando sus temblores y retorcimientos. Todo parece estar en constante cambio, y proliferar incesantemente, ineluctablemente, así como proliferan los cuadros en el taller del artista luchador.
Daniel García (mayo – junio 2016/ BazarAmericano)