diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Diseño

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After plop!
PASAJEROS DE UN MUNDO ALQUILADO

Not to be here,

Not to be anywhere

 

Philip Larkin, Aubade

 

 

1 - El planeta está brillando

 

Escuché en estos días una versión hermosa y conmovedora de Ashes to ashes, interpretada por Michael Stipe y Karen Elson, con Paul Cantelton en el piano. Fue grabada el 31 de marzo de 2016 en un tributo a Bowie en el Carnegie Hall de New York, a pocos meses de su muerte. Es una versión mínima, contenida, potente en su austeridad, más aún en el contraste con la versión original.

Ashes to ashes fue el primer corte de Scary Monsters, disco de 1980, y en una doble cita retoma, por un lado, al Major Tom, ese astronauta colgado en el cielo en Space Oddity, de 1969, que vuelve para despedirse mientras el planeta está brillando, y por otro reversiona una de las frases finales de la Orden para el entierro de los muertos, de 1549, de la iglesia anglicana: earth to earth, ashes to ashes, dust to dust (tierra a la tierra, cenizas a las cenizas, polvo al polvo).

Stipe susurra, recita más que canta, y así despoja a la canción de todo lo que no sea su tono melancólico y dolido, acentuado en los breves pasajes en los que dialoga con la voz (¿angelical?) de Karen Elson. Como quien descubre un esqueleto en una excavación arqueológica, su interpretación descubre que el esqueleto de Ashes to ashes, ya sin su bajo funkie y sus capas de guitarras sintetizadas, es un réquiem, música para un oficio de difuntos.

¿Para qué estamos acá?” pregunta Stipe desde el escenario. “Es una celebración, creo. Es la reunión de un familia, una tribu, un pueblo, todos unidos por algo común.”

 

https://youtu.be/fOWrpQP5JBw

 

2 - El hombre que se negaba a triunfar

 

El 8 de mayo, desde la sección policiales, apareció en la madeja agobiante de las narrativas de la peste, el mito de otra tribu, de otro pueblo. Ese viernes, en Rosario, murió el Trinche Carlovich, a los 74 años, tras dos días de agonía en el hospital, luego de haber sido salvajemente golpeado por dos pibes para robarle la bicicleta.

Lo alabaron, entre muchos otros, Bielsa, Pekerman, Valdano, Menotti, lo entronizó Maradona: “hubo alguien mejor que yo, el Trinche Carlovich”. El mito dice que Tomás Felipe Carlovich tenía todas las condiciones para ser la joya de la escuela futbolística rosarina, con futuro en la élite internacional, pero ninguna ambición como no fuera pasarla bien un rato jugando al fútbol. Ése es el núcleo base, desde ahí el relato prolifera en miles y miles de historias, como una enredadera: el día que brilló con la selección de Rosario frente a la selección argentina; el día que se subió a un taxi para ir a la cancha de Central Córdoba y el taxista le dijo “¿lo va a ver jugar al Trinche? el Trinche es mi amigo” y Carlovich le respondió: “dele saludos de mi parte cuando lo vea”; el día que dejó plantado a Menotti y a la selección argentina para irse a pescar; el día que lo llevaron a ver una obra de teatro basada en su vida y al salir dijo “muchas de esas cosas que cuentan en la obra me podrían haber pasado a mí”.

Suspendidos en la pausa global, mientras nos preguntamos, con mayor o menor desconcierto, cómo sigue todo esto, el mito del Trinche es el exemplum de quien teniendo todo para triunfar, prefirió no hacerlo. “¿Qué es llegar? Yo estoy bien acá, donde me quieren”, solía responder cuando le preguntaban por qué no había llegado más lejos. O al menos, eso dicen que decía. Porque aún sabiendo que de todas las cosas que se cuentan, algunas sucedieron y otras no, su tribu elige recordar a todas, sin hacer diferencias.

El sábado 9 de mayo, en Rosario, una multitud se saltó todas las reglas y rompió el confinamiento para acompañar el féretro de su vecino/ídolo/amigo. En la cancha de Central Córdoba, entre aplausos, lágrimas y canciones, despidieron al mejor del mundo, el crack hecho de palabras admiradas y amorosas.

¿Para qué estaban ahí?” podría haber preguntado la fiscalía de Rosario en su pedido de informes a la policía local. “Porque era una celebración, la reunión de una familia, una tribu, un pueblo, todos unidos por algo común”, podría haber dicho el informe policial. Pero no, seguramente el informe no dice eso.

 

3 - Una brecha en el mar helado

 

Hay una tercera cita reconocible en Ashes to ashes, en el verso want an axe to break the ice (quiero un hacha para romper el hielo), que remite al final de la carta que Franz Kafka le envía a su amigo Oscar Pollak el 27 de enero de 1904:

 

Necesitamos libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien al que queríamos más que a nosotros, como un destierro en bosques remotos, como un suicidio; un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que llevamos dentro.

 

4 - Carteros, médicos, poetas

 

El 23 de diciembre de 1977 el suplemento literario del Times publicó Aubade (Alba), un poema de Philip Larkin que, como el propio poeta advirtió, podía arruinar bastantes cenas navideñas.

Empiezo por el final, ahora que el confinamiento intensifica la obsesión por los finales: el fin de la normalidad, el fin de la cuarentena, el fin del capitalismo, el fin del mundo, el fin de la propia vida. Empiezo por el último verso de este poema extraordinario:

 

Postmen like doctors go from house to house.

(Los carteros, como los médicos, van de casa en casa)

 

Aubade, una meditación amarga y desolada sobre la muerte, un hacha para el mar helado, sí, cierra con este verso ambiguo. Tras el final, queda rebotando el eco de los interrogantes, que sin llegar a dar una nota optimista, atenúan el nihilismo del poema: ¿carteros como médicos?¿de qué padecimiento nos recuperan los carteros como para sostener la analogía?¿cuál es el tratamiento?¿las palabras de lxs otrxs que las cartas traen?¿la lectura de esas palabras, como los médicos, prolongan nuestra vida?

Aubade es el momento previo al amanecer, y es también un género de la lírica trovadoresca medieval que canta la separación de los amantes, antes de que las primeras luces puedan delatar el encuentro nocturno. Aubade, con la fina ironía de Larkin, es de lejos un alba, un poema de separación y partida, pero no de dos amantes, sino del mundo, ese lugar que alquilamos por unas temporadas.

Hay un pasaje clave en el poema. Son apenas seis versos:

 

And specious stuff that says No rational being

Can fear a thing it will not feel, not seeing

That this is what we fear—no sight, no sound,

No touch or taste or smell, nothing to think with,

Nothing to love or link with,

The anaesthetic from which none come round.

 

(y esa cosa engañosa que dice Ningún ser racional

puede temer algo que no sentirá, sin advertir

que eso es lo que tememos: no ver, no oir,

no tocar ni probar ni oler, nada con qué pensar,

nada que amar o a qué vincularnos,

la anestesia de la que nada vuelve.)

 

Y en esos seis versos que dicen a qué le tememos, una ráfaga sonora de monosílabos suspende el poema y nos fija a lo que no se puede sentir: no sight, no sound, no touch or taste or smell. Perder el contacto corporal más básico, más animal, más elemental, eso es estar muerto. No estar aquí, ni en ninguna parte. Después el tiempo vuelve a correr en el poema, y hacia el final llegan los carteros, como médicos, casa por casa.

 

https://youtu.be/IDr_SRhJs80

 

5 - Coda

 

Es la mañana del 15 de mayo y mientras trato de organizar estas notas dispersas y elegíacas, llega la noticia de la muerte de Sergio Denis. No sabría explicar por qué, pero me causa una profunda tristeza que arrastro durante todo el viernes. No me pasa solo a mí: a lo largo del día las redes se llenan de videos, fotos, recuerdos. No tendrá, pienso, un homenaje en el Carnegie Hall, ni un velorio en una cancha de fútbol, justo él, al que coreaban todas las hinchadas del mundo. Pero a eso de las 23 hs, ya por irme a dormir, alguien de su tribu cierra el día en facebook con un llamamiento:

 

¿Estamos de acuerdo que el día que termine la cuarentena nos vamos a encontrar en el Parque de Mayo, y va a sonar mil veces, a todo volúmen, Te quiero tanto, y vamos a bailar hasta que no podamos más?”

 

Ahora sí, entonces, buenas noches.

 

(Actualización mayo – junio 2020/ BazarAmericano)




9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646