diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90
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Dos que se sientan en uno de los bancos de plaza que hay en el corredor con canteros que divide dos bloques de apartamentos.
Estiran las piernas, se acomodan la gorra, un brazo descansa por detrás del respaldo.
Uno de ellos sostiene un celular, el otro una botella.
El de la botella bebe y convida un trago.
El del teléfono suelta por un momento su móvil y recoge la botella.
El de la botella, en tanto, saca su propia pantalla y la consulta.
Su amigo devuelve la botella de la cual bebió dos, tres tragos, ambos brazos suyos cuelgan detrás del respaldo.
El de la botella retoma la bebida, pero no suelta su teléfono.
El amigo vuelve a consultar su celular, ahora con dos manos.
El de la botella le convida nuevo trago, bebe tres, cuatro sorbos y devuelve.
Ambos amigos se concentran en sus pantallas, el de la botella bebe.
Pasa la botella sin dejar de ver lo que la luz le informa, y el otro bebe hasta dejar los centímetros cúbicos justos para que el otro acabe.
El de la botella cumple, hace un comentario a su amigo y este se levanta, desapareciendo del campo de visión.
El de la botella vacía estira las piernas, pasa un brazo por detrás del respaldo y se quita la gorra.
Minutos después, regresa el amigo con nueva botella. Abre, toma un trago largo y convida.
Acepta el amigo con la mano derecha, con la izquierda sostiene la gorra y se abanica.
Bebe, mientras su amigo consulta su teléfono con la mano izquierda, y con la derecha se quita la gorra.
Estira las piernas, se pone en posición semi-recostado y bosteza, justo en el momento en que su vecino le devuelve la botella cuyo contenido ya llegó a la mitad. Recibe, da tres sorbos largos, vuelve a pasar, y recupera el teléfono que había dejado por unos segundos sobre los listones del banco.
Se miran por un instante, uno hace señas, también el otro y ambos se levantan.
Un instante después reaparecen con una bolsa de plástico cada uno, y en cada una, una botella.
Conversan mientras beben, beben y callan.
Se quitan las gorras, uno se arremanga la manga, de por sí corta, para que le quede hasta el hombro.
El otro se acaricia el brazo que sostiene el teléfono y le da un vistazo.
Su amigo se ríe de algo que le avisa el celular, da un trago, sigue riendo, otro trago y se limpia la boca, tipea algo con un dedo, pasa la botella y, en sincronía con el otro, recibe una botella.
El amigo estira las piernas, se despereza, apoya el pico de la botella en sus labios, comprueba que resta un último trago y lo apura. Parece que una gota de líquido cae sobre la pantalla de su celular y seca con la remera.
Se levanta sin mirar al otro, que en ese momento cabecea.
Regresa con una botella, en tanto que el otro despierta y pide un trago.
El que trajo la botella bebe un sorbo y ahí convida.
El que despertó, recoge la botella y da una ojeada a su móvil.
El de la botella, en tanto, vuelve a su pantalla y la consulta.
Su amigo devuelve la botella de la cual bebió dos, tres tragos, ambos brazos suyos cuelgan detrás del respaldo.
El de la botella retoma la bebida, pero no suelta su teléfono.
El amigo vuelve a consultar su celular, ahora con dos manos.
El de la botella le convida nuevo trago, bebe tres, cuatro sorbos y devuelve.
Ambos amigos se concentran en sus pantallas, el de la botella bebe.
Pasa la botella sin dejar de ver lo que la luz le informa, y el otro bebe hasta dejar los centímetros cúbicos justos para que el otro acabe.
El de la botella cumple, hace un comentario a su amigo y este se levanta, desapareciendo del campo de visión.
El de la botella vacía estira las piernas, pasa un brazo por detrás del respaldo y se quita la gorra.
Minutos después, regresa el amigo con nueva botella. Abre, toma un trago largo y convida.
Acepta el amigo con la mano derecha, con la izquierda sostiene la gorra y se abanica.
Bebe, mientras su amigo consulta su teléfono con la mano izquierda, y con la derecha se quita la gorra.
Estira las piernas, se pone en posición semi-recostado y bosteza, justo en el momento en que su vecino le devuelve la botella cuyo contenido ya llegó a la mitad. Recibe, da tres sorbos largos, vuelve a pasar, y recupera el teléfono que había dejado por unos segundos sobre los listones del banco.
Se miran por un instante, uno hace señas, también el otro y ambos se levantan.
Un instante después reaparecen con una bolsa de plástico cada uno, y en cada una, una botella.
Conversan mientras beben, beben y callan.
Se quitan las gorras, uno se arremanga la manga, de por sí corta, para que le quede hasta el hombro.
El otro se acaricia el brazo que sostiene el teléfono y le da un vistazo.
Su amigo se ríe de algo que le avisa el celular, da un trago, sigue riendo, otro trago más y se limpia la boca, tipea algo con un dedo, pasa la botella y, en sincronía con el otro, recibe una botella.
El amigo estira las piernas, se despereza, apoya el pico de la botella en sus labios, comprueba que resta un último trago y lo apura. Parece que una gota de líquido cae sobre la pantalla de su celular, pero no, era saliva y seca con la remera.
Se levanta sin mirar al otro, que en ese momento cabecea.
Regresa con una botella, en tanto que el otro despierta y pide un trago.
Un instante después, uno se arremanga.
Se dan unas miradas que duran lo que el reflejo del sol en la botella.
Se quitan las gorras.
(Actualización julio – agosto 2017/ BazarAmericano)