diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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En reseñas:

Miguel Dalmaroni
La literatura y el fastidio intelectual
Modos del ensayo. De Borges a Piglia, de Alberto Giordano, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2005, 287 págs., Colección “Ensayos Críticos”.*

Para no fastidiar expectativas, una lectura aplicada y servicial de este libro de Giordano podría comenzar así: Modos del ensayo es una serie encadenada de escritos en los que se razona una teoría del género y de la literatura misma, mediante dos procedimientos combinados, cruzados, concatenados: por una parte, el aprovechamiento selectivo y experto de una biblioteca teórica y crítica donde sobresalen –entre resonancias nietzscheanas- los nombres de Roland Barthes y Maurice Blanchot; por otra, la lectura interesada de algunos ensayos argentinos que la tradición o los debates recientes quieren clásicos o históricamente decisivos (Borges, Bioy, Bianco, Masotta, Cortázar, Viñas, Piglia, Sarlo, Horacio González, Pezzoni, Silvia Molloy). Mediante esos itinerarios, el libro traza a su vez algunas líneas de una historia crítica de la literatura argentina y las discute (además de la incursión refinada en varios terrenos de la teoría y de la filosofía, en Modos del ensayo abundan la erudición y el examen informado de las fuentes, la interpretación histórica aguda, la destreza analítica del sociólogo de la vida literaria, el ejercicio impecable de la refutación argumentativa o la controversia).
El problema que enfrentaría ahora un comienzo como este es el de verse obligado, como habrá de esperarse, a resumir las tesis y teorías del libro. Y no es que éstas no aparezcan formuladas en sus páginas; por el contrario, Giordano las prodiga. Mejor: presenta una y, con variaciones y para cada caso, la repite muchísimas veces, incluso mucho después de habernos convencido, de tanto repetirla, que no se hartará nunca de hacerlo. El problema que enfrentaría una reseña de esa clase, así, es el de perder el mérito principal de la intervención única que representa la escritura de Giordano en el contexto de la crítica literaria argentina de los últimos años. Porque Modos del ensayo es un libro que desafía hasta el fastidio las morales intelectuales que nos rodean, que nos atraviesan o que, por lo menos, solemos suponer legitimadas. La prevención desconfiada podría no hacerse esperar: ¿puede, en sus condiciones presentes, inventar algo la crítica literaria, en el sentido de reinventarse a sí misma? ¿Pudo la crítica literaria argentina en los últimos, digamos, veinte años, inventar algo? Anoto inventar o reinventarse, y no meramente renovar, porque pienso en una novedad cuya energía distintiva sea la de efectuar desde el interior de un campo de prácticas, el de la cultura y el arte, un desplante verdaderamente radical, no como estratagema para fastidiar la sociabilidad de una corporación sino como efecto de un modo pasional de dar escritura –de darse en la escritura- a la experiencia de una subjetividad perturbada de manera definitiva en la lectura del texto literario. Por supuesto, el lector saldrá del libro sabiendo mucho de lo que desconocía o de lo que, antes de recorrer los argumentos de Giordano, no hubiese pensado acerca de los temas, los escritores y los textos de que trata. Pero escribir sobre este libro mediante procedimientos como el de la sinopsis de sus tesis sería hablar de otro, porque el impulso al que da cumplimiento Giordano es el de buscar por la escritura un texto sin objeto: Modos del ensayo no es tanto la explicación de una teoría del ensayo como la dramatización escritural de esa teoría, por la puesta en literatura de su sujeto (un sujeto por eso mismo definido en el ejercicio de una vacilación de sí efectuada en la lectura). Bosquejo brevemente un ejemplo: cuando Giordano muestra que los ensayos de Borges desestiman el libro que comentan en tanto totalidad –por ejemplo la Divina Comedia- y, por tanto, la posibilidad de que la obra concatene y produzca un sentido, y en cambio se entregan a la perturbación o el goce insuprimible a que “un detalle” en apariencia insignificante o secundario dio lugar durante la lectura; cuando Giordano, tras mostrarnos ese impulso de Borges como el modo borgiano del ensayo, hace lo mismo con su lectura de Borges –cuando Giordano nos confiesa que fue el detalle fuera de sistema el que dio lugar a la experiencia y nos la describe-, derriba cualquier posibilidad de seguir distinguiendo en su escritura objeto de sujeto, porque es al sujeto (es decir a ese yo sujeto al sentido en que la cultura nos constituye) que la literatura le ha abierto sus flancos de fuga, y es a ese acontecimiento inesperado que se entrega el ensayo. En el ámbito de la llamada crítica “académica” (que antes llamábamos universitaria porque “académico” era para nosotros una descalificación) la ocurrencia de escrituras así parece hace tiempo entorpecida por una situación deprimente: no me refiero a las ansias de recuperar un público, un lectorado o una audiencia; ni a los efectos de las presiones burocratizantes de la profesionalización. Esas circunstancias – como lo hace el propio Giordano- pueden vincularse causalmente con el problema, pero el problema es otro: la pérdida de la creencia, su reemplazo por la consigna que celebra aliviada el haber abandonado la creencia o incluso ni haberla adoptado nunca. La creencia pagana o la convicción racional pero a la vez –y sobre todo- experiencial, en que la literatura, el arte, la escritura, el ensayo y la crítica pueden algo, y que eso que pueden toca el nudo más espeso y menos banal de nuestra propia condición. De un modo nítido, con una sintaxis rigurosa y hospitalaria que sin embargo las retóricas usuales de la comunicación intelectual soportan muy a desgano y más bien porque acatan sus propias morales de la tolerancia, Modos del ensayo es la refutación obcecada de esa forma imperante de escepticismo que se quiere crítico porque pretende deschavar a cada paso, denunciándolo como excrecencia de la ideología, el acontecimiento irreductible que la lectura depara al sujeto y en que el sujeto se suspende y, de modo fugaz pero irremediable, se pierde. En términos de Giordano: se pierde en la entrega amorosa, deseante y feliz de la incertidumbre con que el arte impide siempre confirmar, representar, contextualizar, comerciarle un sentido. “Una sensibilidad inquietada por la literatura de un modo preinstitucional”. Por tanto -razona y muestra el libro- no hay ensayo sino en la entrega de la escritura del crítico a esa desujeción que, entre el miedo y el goce, se le infligió mientras leía. El ensayo –la experiencia de la cual el ensayo intenta dar cuenta al escribirse- sólo es tal cuando se pierde, como la literatura, en la búsqueda incesante donde todo lo que creíamos saber ha quedado suspendido.
Por supuesto, el libro tiene esa eficacia no porque salmodie un credo, ni porque reemplace las retóricas explicativas del género ensayístico por una poetización de las formas de su prosa. Giordano no vacila en utilizar, cada vez que las experimenta como iluminaciones del acontecimiento literario, palabras que la profilaxis de lo políticamente correcto se censuraría: “amor”, “misterio”, “revelación”. Pero también, de modo característico, una discursividad entre elegante, docente y conversada, que combina una sintaxis de la subordinación de aliento a veces muy complejo, con la franqueza directa de un razonador dispuesto a despejar todas sus dudas y a no dejarse capturar ni por los acuerdos de más noble apariencia. El método de Giordano para afirmar y reafirmar la creencia –y no se trata aquí de un juego con la paradoja- es el de asediar sus entornos por la prosecución obstinada de un escepticismo extremo que se aplica sobre todos los lugares comunes de la crítica y sobre una memoria detallista y nada complaciente de la propia escena de lectura. Mediante el ejercicio de una inteligencia analítica y autoanalítica capaz de no dejar nada en pie –mecanismos convenidos de la interpretación, sentidos fijados por tradiciones saturadas de autoridad, funcionalidades sociales o morales del más diverso tenor usualmente atribuidas a la literatura, protocolos tácitos pero férreos de la crítica, disciplinas de los decálogos del intelectual o artilugios del narcisismo que hacemos pasar por valores- Giordano barre el terreno hasta dejar sola, pulida y limpia de supersticiones, reverberando en la incertidumbre insuprimible de lo que sobra y perturba toda convicción, la experiencia literaria. Esa especie de ascesis revela, así, lo que habría de mera literatura en los ensayos de Borges, de Bioy, de Bianco, de Masotta o de Rodolfo Walsh; y a la par, en otros casos como los de Cortázar, Viñas o Piglia, se aplica a una sólida deconstrucción de activismos verbales donde la incertidumbre y la búsqueda han sido reemplazadas por la autofiguración, el ingenio, la moral o la impostura. Método o ascesis docente, pedagógica, profesoral, si entendemos esos calificativos del mismo modo en que Giordano lo hace con las clases de literatura de Enrique Pezzoni: “si la literatura es, en el límite, imposible de enseñar (porque su experiencia resiste la comprensión en términos generales y directamente comunicables), de esta imposibilidad sólo tenemos pruebas cuando una tentativa de enseñar qué ocurre en la lectura de un texto literario es llevada al límite de sus posibilidades”.

Si hay quienes hace tiempo se deprimen por la sospecha de que la crítica literaria dejó de poder algo, eso se debe a que buena parte de la crítica dejó de creer que la literatura pueda algo. Ajeno a esas anemias, el poder de convicción del libro de Giordano es, en este sentido, altísimo y, como decía –porque se escribió entregado a la experiencia cada vez sin nombre de la literatura- único.


*El libro es más que lo que se denomina usualmente una reedición corregida y aumentada de Modos del ensayo. Jorge Luis Borges - Oscar Masotta (1991), ya que el material incluido ahora casi triplica el de la primera versión, además de expandir la investigación a casi una docena de escritores y ensayistas, y de ampliar el tratamiento de los modos borgianos del ensayo.

 

(Actualización agosto - septiembre - octubre - noviembre 2005/ BazarAmericano)


9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646