diciembre-enero 2023, AÑO 22, Nº 90

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Curador de Galerías

Daniel García

Diseño



Poemas de Si no a enhestar el oro oído, de Héctor Piccoli.

 

 

 

 

Una hoguera ensimismada ocela la constancia de la sombra

bajo el aladar de hypnos

 

 

El retraimiento, que constela un tigre gradual en

cada leño, harpa

la sucesividad de ser

 

 

Cuelga aquí la luz, como una prenda

antigua y compartida. A ella acudes

y en ella cunde la nación finísima

que es tu subterfugio

 

 

Pretexta el puente de la noche:

conciencia es la dovela ardua

y tu visión la pátina que opacea al intradós

el fulgor del lomo de las fieras, su transcurso

 

 

Tus custodias reiteran sólo una tiesura

divisa entre la oscuridad y la solana.

Abiertos o cerrados, los ojos gravan

la misma servidumbre

 

 

Y reiteras a tu vez: ‘aquél en

que la víspera no amaine

ser el único, el madurado día.’

Agraz de vos,

lo inmóvil

 

 

 

Junto al nadir de tu sien un rubro arde


 

 

 

 

 

 

 

 

a Hugo y María, desaparecidos

 

 

 

 

Secreta, María, anochece el león en tus cabellos

su más joven sombra.

 

 

¿Es, –ángel aterido–,

del conspicuo exilio que llegas a mi sueño,

al alba, a restituir

su juventud

ya decisivamente

aligerada

y brillantísima?

 

 

Ambos, entonces, sois ya la pura

significancia,

el desasido espesor?

 

 

O estáis aún aquí, y es sólo

la propia opacidad del alma, brasas elusivas,

la que os concentra más y más en sí, para arrancaros

del dolor, para evitaros

la tersura lenta, estéril

del rescoldo que declina?

 

 

Oh, el cielo,

la apaisada reserva del damero de fuera!

 

 

Me doléis, como al sueño

la diadema

que ha escindido en el reflejo un agua buida,

la vigilia estuosa…

 

 

Y he perdido las palabras. Permanece

la grisalla que desluce el aire alto.

 

En el silencio, en cierto relieve accedido

y traspasado por el vuelo,

–el beneficio del cielo–,

lo escénico se sabe

y se desmiente.

 

 

 

Sabré si persistís, en esa vehemencia, que estáis muertos.

 

 

 

 

 

                        *

 

 

El lagar agostado es de noviembre; y es la abrumadora

claridad, o tan sólo la pericia

del ardor, en los asombros contiguos

bajo la marquesina pálida, hecha briznas

sobre una opalescencia siempre al lado de sí misma, la luz?

 

 

 

Oh, los fuegos, más fríos, del envés,

y la pertenencia asida, fugaz, apenas antes

de su “étoiler”, en un telón, ya, casi infinito…

 

 

 

Para quién, para quién dejado ‘dentro’

de la mínima clausura,

la noche con la arboladura ajena y los san telmos,

en un instante de aire?

 

 

 

Para quién la otra noche del cercado

blanquísimo,

donde una red se arrebuja entre la alfarería

imaginada, en un instante de agua?

 

 

 

Entre la planicie del ser

y la planicie del no ser,

como la inocencia que se oye sordamente golpear

en el payol, cenceña

con su cota y con sus óleos,

 

aunque inerme, sin embargo, ante los alfileres de la asfixia,

 

 

capturas

sólo una maleabilidad en acto…

 

 

 

 

 

II

 

 

 

 

Los ojos y la boca son pintados, extendidos, acentuada su languidez,

su carnalidad o seducción, o simplemente sugeridos

en un hechizo siempre más allá de sí.

 

 

–Voy…, es cosa de un minuto

 

 

Los repliegues de una o, góticos, en la penumbra

que el maxilar incera, y los párpados

parece, hubieran concedido, también, en el desmayo

de acompasarse, a la laboriosidad del artificio.

 

 

(–“¿No he visto también aquí al que me ve?”

 

 

Un destello ha terciado en lo súbito, como la gravedad viviente

entre ‘ti’ y ‘mí’.)

 

 

–Voy, voy… espérame un minuto

 

 

La rigidez de la fuente devuelve el desenfado,

que se abisma en una gimnasia, ya, del éxtasis…

 

 

 

La rigidez de la fuente,

en la oscuridad del tocador.

 

 

 

 

 

III

 

 

 

 

No de beber ábaco, el vaso que guarnece el tafilete

guarda el golpe, fungible osario él mismo

del azar, prescribiendo distribuidas

noches de samos al nácar abolido.

 

 

 

Sobreviene después, como un sumergimiento en lo radiante

acabada toda forma,

las completivas asas para la porcelana discurrida y anterior,

 

el complimiento de la muerte,

en el cuello del ánfora.

 

 

 

Dintornado, en ese recorrido en que la pilastra

no sostiene,

fábrica elusiva,

cada cuerpo no es ya lo más prieto del espacio,

sino un espacio cada cuerpo

por cariátide ubicua deshojado.

 

 

 

Y vuelve al sueño la aludida; al alabeo y la lisura

de encendida nube que se hunde,

inalcanzable e inmediata

en su posible nitidez.

 

Vuelve al sueño entre la voz

y la voz, que llama

del sueño a la vigilia;

 

vuelve y crece inútil vulneraria

 

 

 

para el vano por efectiva llaga vivo.


 

 

 

 

 

LUCIO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escarcha la gema de este charco, –envés?– de ocluida primavera.

 

 

“Midwinter spring is its own season

 

 

Entre la breña el hueco abandonado por el topo,

corrobora la cercana sinuosidad del agua resistida

a ser latina…

 

 

 

Y lo golpeado, aún, en lo alto de la tarde antigua

apenas antes

de la volcada pila bautismal

que incomprensiblemente, ay, festejáramos

derramándose en el río,

por el arma edénica y la gloria en cierne de ese vuelo

que dejaba, dejaba, azoradas

ante la página más honda,

péñolas cernidas en un cedazo decisivo;

 

 

sempiternal though sodden towards sundown,

 

 

y no azoradas, no, mas explayadas las hermanas

alas que no podíamos no ver

sobre los veros turbios, turbios, buscar el cuerpo

devorado,

 

cuando el carancho caía al agua rápida…

 

 

suspended in time, between pole and tropic.”

 

 

Oh, en el espejo que de súbito se abisma,

sustentad la nitidez con nubes de la boca,

corroboradla con el dulce

sólo bajo el encarnado y las espinas, fruto

de la tuna,

 

porque la muerte ha marcado demasiado fuerte al amor.

 

 

 

El oro visto, ahora, la pira entre cálamos no dada

sino a enhestar

 

el oro oído, ardor de todas

esas espadas de otro espíritu,

totoras…

 

 

 

Túmulo, empero, la barranquita misma,

al socaire suyo no atiplado, la arcilla

se ha abierto

 

exhumando el iris inclusivo del reino en los reinos…

 

 

 

Y es en los fragmentos recogidos

el concesivo crepúsculo del límite

entre el hueso y la piedra.

 

 

 

Aquí, un animal se echó a morir.

–‘Aquí’?

 

Pero es ‘aquí’ de él, o no sólo

ya de él, sino del sitio

 

aun, la diáspora?

 

 

 

Una bordura anular, si aminorada,

vuelve a padecer la ubicuidad

del aire indiferente:

 

transgresión

–del hálito, huido, o hacia el hálito, hostil?–

no ahora, pero siempre,

 

apenas la forma ha transigido.

 

 

Quién, no transige así? declina

o se estremece, sin bordes, sin bordes, en lo liso del hálito?

 

 

 

El ‘país’, que en un temblor

de briznas, ha incurrido

hasta el vapor del ser:

 

 

 

–Ésta es la “cina-cina”;

 

dices, y no señalas la flocadura tenue sobre la contrición del varillaje,

sino una levedad brizada ya en la letra

 

o en la elipsis, de esa alma suspensiva

que fue la que más se inclinó al curso mayor…

 

 

 

Hemos vuelto al monte; como antes,

como a cerciorarnos de todo en un cercado corazón.

 

Pero éramos más, éramos más, los que veníamos: y era ésta,

ésta, la estación?

 

 

“…This was the spring time

but not in time's covenant.”

 

 

 

Buscar la leña y hacer el fuego. No cerciora, cerca

de los otros, en torno de quienes no se enfila el brillo entero de la llama,

 

el cribado del celaje.

 

 

 

 

 

 

 

TRES SONETOS

 

 

 

 

I

 

 

Variada, en la pura carnación

sin eficacia, tu estérea entrega

florece hacia la sombra que se ciega

con ubicuidad de ojos que no son

 

pues no hay explicitud para el blasón

que en reticular teatro delega

la sable diferencia que lo niega

a la atopía muda de la acción.

 

De gules será el aya, luz que asista

(hermética sutura, herida abierta)

al diminuendo de alas en la pista

 

de esa noche en que la noche acierta

como al blanco cantón donde la vista

te pierde viva y te recobra muerta.

 

 

 

 

 

II

 

 

CYCNUS

 

 

 

No a otro adláter azaroso dado

fue, arcano entre todos privilegio

como a vos, fértil al ocaso arpegio

estéril por pagar su cüidado

 

si magisterio mudo, caducado

bajo perenne de álamos colegio

de hojas vasallas más que verde regio

instruye voz, aprende cimbreado

 

y en guarniciones ambas que deplora

el curso, tantas como el viento imbrica

a las hermanas notas, así el aria

 

de undoso cuello, frágil plectro ahora

la dolorida puente arranca, indica

si a costa idéntica, sobre agua varia


 

III

 

 

MUERTE DE NARCISO

 

(José Lezama Lima)

 

 

 

En tiple raya vano acucïoso

vuelo imbele, de fugas impedido

y averiguado par, que ha aturdido

airón ágil o monte minucioso

 

muda factor en sistros contencioso

no de la inmersión dilecto ruido

ni indefensión de amor, de quien ha sido

de albina pleamar, armado poso

 

Ala sumerge, jáculos refiere

a lo que el tiempo cobra en su figura,

si floración homónimo difiere

 

y alba horizontal, la que madura

clepsidra de su cuerpo el agua infiere

como imagen atelia no segura

 

 

 

                        *

 

 

 

 

KLEINES LIED DER ABENDSTUNDE

 

 

 

 

Das Ufer hält uns von der Täuschung

einer liegenden Unvergänglichkeit zurück.

 

 

Was jenseits des Flusses schon gedämmert,

wacht hierher im selben Hauch;

des Lichtes zerstreuter Wille

wird jetzt dem Leben zum Festland.

 

 

Um das im Sand verwischte Zeichen

ebbt ein Schimmer leise nach

und nach

 

 

 

 

 

 

DER SPIEGEL

 

 

 

 

 

I

 

 

 

 

Von Waldsplittern umsäumt,

wie ein Fleck von Leere

unter den Dingen,

steht vor dir der Entfremdung stillstes Wasser,

seichtester Teich;

ein allgegenwärtiger, doch neutraler,

auf sich selbst ruhender Blick,

gibt sich als Himmel vor

und wird hinter dir zu einer bedrückenden,

jedes Bildnis losgewordenen

Verlassenheit.

 

 

 

Dann faßt jemand allmählich Fuß

auf blauem Boden

 

 

 

 

 

II

 

 

 

 

Im Zwischenraum der Vorder- und Rückseite,

auf der Schneide der Unumkehrbarkeit,

gestaltet sich schwankend das Geahnte

und sieht dem Fremden ins Herz.

 

 

 

„Gewiß hab ich hier hinter dem hergesehen,

der mich angesehen hat“

 

 

 

Ein altes, nur unter diesem Wasser

zusammengehaltenes Kleinod

ist ihm sichtbar geworden,

wenn die Schnur,

auf die innigste Perlen gezogen,

plötzlich zerreißt.

Da macht sich in Vergehendem

strömende Ähnlichkeit

über ihn her:

 

 

 

 

,Was du darin erkannt,

das entbehrt deiner‘

 

 

 

Der Strom staut sich

in kaltem Licht.

 

 

 

 

 

III

 

 

 

 

Ein gleichgültiger Hirt löst unentwegt seine Herde auf

und treibt sie in die Tiefe

ihrer eigenen Undurchsichtigkeit.

 

 

 

Das zieht alles vor ihm hin und segelt

an dem Reich,

dessen Küste immer im Werden ist.

 

 

 

In öder Welle erstarrt

was sich von dir getrennt

und das Selbstlose des Spiegelns

silbern verschweigt.

 

 

 

Alle Ferne ist nur der Seele

verblühtes

Scheinvorhandensein.

 

 

 

Doch dieses zu allem Hingegeben-,

dieses von allem Durchdrungensein:

 

sind es schon nicht, des dünnen Transits

sauerste Erstlinge?

 

 

 

Der Augenblick,

wo Landschaft dein eigen und Figur

nicht mehr dein eigen ist,

wo jedes Ding seine Konturen endlich los wird,

wenn es, weder drinnen noch draußen,

sonder über sich selbst hinaus wächst

 

und gedeiht,

 

 

eine raumlose,

von Einzelnem goldbestickte Spur

in der Bezogenheit…

 

 

 

 

Die Flamme neigt sich zum Leibe,

zur Asche der Wasserfläche hin

 

 

 

 

 

 

(Actualización septiembre – octubre 2013/ BazarAmericano)

 

 

 

 

 

 


9 de julio 5769 - Mar del Plata - Buenos Aires
ISSN 2314-1646